Cuento: Mi amigo el Conejo (Francisco Bruno)

Cuento: Mi amigo el Conejo
(Francisco Bruno)




Cuento: Mi amigo el Conejo
(Francisco Bruno)

Tengo un amigo conejo con el que juego todas las mañanas.

Es un poco tonto porque el cree que sabe esconderse, pero deja afuera sus largas orejas, haciendo fácil conocer su ubicación.

Es muy simpático y pequeño y, a pesar de su corta edad, siempre tuvo que trabajar para poder vivir.

Su problema es que está sólo en el mundo. Pero aún así, supo sobreponerse a todas las adversidades.

No tuvo la suerte de conocer a sus padres y nunca supo bien en qué circunstancias los perdió.

El caso es que tuvo que ganarse la vida desde el comienzo.

No fue fácil al principio encontrar trabajo, pero como es un conejo muy lindo, consiguió que lo contrataran en una agencia de modelos para una campaña publicitaria de una empresa que comercializaba zanahorias.

No le fue bien en la primera sesión de fotografías, porque por más que tocaban la configuración de la cámara, salía siempre con los ojos rojos.

Y fue así que lo despidieron y volvió a quedar solo en la calle.

Pero al poco tiempo, escuchó que alguien necesitaba animalitos pequeños para trabajar de esponja para baño. Y se presentó.

Lo tomaron de inmediato, porque cumplía con todas las características que solicitaban: era chiquito, lindo y suave. ¡Ideal para trabajar de esponja!

Lo envolvieron en un papel de celofán y lo llevaron, en una caja apretada e incómoda, en camión a un supermercado.

Fue ahí donde lo conocí. Lo encontré inclinado en un estante, mezclado con otras esponjas de distintas formas, colores y tamaños. Y me cautivó con su mirada.

Yo hacía rato que estaba necesitando una esponja, y a decir verdad, me daba igual que fuera o no, un conejo.

Así que lo puse en el changuito del supermercado y lo llevé directo a mi hogar, no sin antes pagar el precio que decía en su etiqueta: un monto irrisorio para valuar tanta belleza.

Al llegar a mi casa, lo liberé de su envoltorio y se lo mostré a mi familia. ¡Un conejo-esponja! - dijeron.

Y hasta me pareció verlo feliz cuando lo dejé en el cuarto de baño.

Lo terrible sucedió al día siguiente: no lo encontraba por ningún lado.

Así me enteré que le gustaba esconderse, y que disfrutaba del tiempo que yo tardaba en encontrarlo.

Pero es medio tonto, porque como dije al comienzo, él no se imagina que siempre deja ver sus largas orejas y así es más fácil saber dónde está.

Y comprendí que se ponía triste cuando lo descubría rápido, porque se daba cuenta que se había escondido mal.

Lamentablemente, no puedo hacer nada al respecto, porque vivo siempre apurado, con muy poco tiempo, y cuando tomo un baño temprano a la mañana antes de ir a mi trabajo, no puedo tardar más de lo necesario.

Sin embargo, todo es diferente los fines de semana, porque al no haber apuros, el tiempo no escasea y puedo tomarme unos minutos más de lo acostumbrado.

En esos días, tardo lo máximo en encontrarlo, para que él tenga la sensación de que se ha escondido bien, y para que sienta la ansiedad y la expectativa propia de quien desea y espera ser hallado.

Apenas abro la ducha y entro en la bañera, pregunto despacito (pero no tanto) para que él me oiga: ¿Donde estará mi conejo? ¿Donde estará mi conejo?

Y descubro en ese momento, como dos grandes señales, sus largas orejas que sobresalen atentas, detrás de los champúes.

Entonces lo tomo en mis manos y lo lleno de jabón perfumado, y él se muestra feliz, devolviéndome un montón de espuma.

Si no fuera tan pequeño y tan inocente, ya se habría dado cuenta hace rato de que por más que le busque la vuelta al asunto, no logrará ocultarse bien de mí.

Pero yo soy su amigo fiel y nunca le diría algo que pudiera hacerlo sentir mal.

Jugar conmigo lo hace feliz, y aunque no se esconda bien, jamás se me ocurriría, por ninguna razón, decirle que deje de intentarlo.-

 

 

Temas Relacionados:

Cuento: La historia de Jesús y los chocolates.

Los motivos del Lobo (Ruben Dario)

Poema: Has vuelto (Evaristo Carriego)

Poema: Reir Llorando (Juan de Dios Peza) Poema: El Astronauta (Antonio Murciano)

Cuento: El discurso del Oso (Julio Cortázar)

Poema: La calumnia (Ruben Dario)

Poema: Platero y Yo (Juan Ramón Jimenez)

Poema: Insomnio (Baldomero Fernández Moreno)